Un viaje para recordar (Parte I)
Más de una semana ha pasado desde mi último mensaje, y desde mi visita al centro peninsular.
En viajes anteriores he ido más que nada para ver a la gente, y para descansar, cambiar de la rutina... cosas que siempre vienen bien, y aunque quedaba más o menos satisfecho... me volvía hacia mis verdes tierras con la sensación de que podría haber sido algo más.
Lo reconozco, soy una persona insaciable, y siempre quiero más, tenga lo que tenga. Sin embargo, no es éste el caso, puesto que, realmente, siempre quiero hacer más actividades, además de pasarme media mañana y media tarde dormitando, salir a dar una vuelta, y salir de fiesta a la noche.
En cambio, este viaje a la capital sí ha merecido la pena. En todos los aspectos. He echado de menos tener más tiempo para estar con mi Reina de Hielo, la hermosa doncella criadora de perros de caza, y mis queridos anfitriones, cómo no, con quienes he podido compartir muchos buenos momentos durante mi estancia.
Todo comenzó el jueves, contando los minutos para poder ir a comer. Después de eso, fue coger el microbús (aka tranvía por el regimiento), el metro... y llegar a la estación de autobuses, donde unas revistas elegidas para la ocasión, me amenizaron la espera del autobús... hasta que finalmente partimos.
Malditos sean los hados, pues el autobús tuvo un accidente a poco más de medio camino. Más de 90 minutos parados, esperando a que alguien nos viniera a recoger. Tuve ganas de poner una reclamación al llegar, no por el trato, que fue muy bueno, por parte del conductor, sino por la dejadez de las altas esferas de la compañía de buses por no mandar otro de inmediato, o algo después, para recogernos, puesto que llegamos un cuarto de hora escaso antes que el autobús que partía desde mi ciudad dos horas más tarde.
Aceleramos la parte de abrazos, conversaciones, etc hasta situarnos al viernes a la hora de comer.
A esa hora había quedado con la Reina de Hielo (intentaré evitar esa referencia mental al capítulo de Historia de Amor, del inigualable Cálico Electrónico).
Fuimos a Somosaguas, me presentó a sus amigos de la secta de los dadillos, ingerí alimentos, y pasé una tarde muy tranquila rondando los pasillos de la facultad, con mis pequeños problemas de espalda (maldito sea este cuerpo humano, que en ocasiones falla. Me da que al final tendré que hacer caso a esos matasanos humanos e intentar fortalecerlo con ejercicio, puesto que mis artes místicas parece que en lugar de fortalecerlo, lo empeoran).
Al grano... tuve que interpretar mi papel de humano que interpreta ser un vampiro de la Camarilla que a su vez interpreta un papel al estar infiltrado dentro del Sabbat. Algo así como los planes dentro de los planes de los planes. Conseguí mi objetivo, enterarme de los planes de los Gangrel del Sabbat, y por pura casualidad... establecí vínculos con un Baali que intentaba vincular por medio de rituales a un grupo de sanguijuelas. Sublime. Afortunadamente, nadie descubrió ninguna de las tapaderas, y en cuanto me despedí de ellos, aún nadie había descubierto mi sublime interpretación de humano.
Lástima no haber estado más rato con Hellen, ni con Mery. Maldita sea mi columna vertebral, y esa dichosa huelga de autobuses, que nos hizo separarnos antes de tiempo.
Y lo dejo aquí, que tengo trabajillo que hacer.
En viajes anteriores he ido más que nada para ver a la gente, y para descansar, cambiar de la rutina... cosas que siempre vienen bien, y aunque quedaba más o menos satisfecho... me volvía hacia mis verdes tierras con la sensación de que podría haber sido algo más.
Lo reconozco, soy una persona insaciable, y siempre quiero más, tenga lo que tenga. Sin embargo, no es éste el caso, puesto que, realmente, siempre quiero hacer más actividades, además de pasarme media mañana y media tarde dormitando, salir a dar una vuelta, y salir de fiesta a la noche.
En cambio, este viaje a la capital sí ha merecido la pena. En todos los aspectos. He echado de menos tener más tiempo para estar con mi Reina de Hielo, la hermosa doncella criadora de perros de caza, y mis queridos anfitriones, cómo no, con quienes he podido compartir muchos buenos momentos durante mi estancia.
Todo comenzó el jueves, contando los minutos para poder ir a comer. Después de eso, fue coger el microbús (aka tranvía por el regimiento), el metro... y llegar a la estación de autobuses, donde unas revistas elegidas para la ocasión, me amenizaron la espera del autobús... hasta que finalmente partimos.
Malditos sean los hados, pues el autobús tuvo un accidente a poco más de medio camino. Más de 90 minutos parados, esperando a que alguien nos viniera a recoger. Tuve ganas de poner una reclamación al llegar, no por el trato, que fue muy bueno, por parte del conductor, sino por la dejadez de las altas esferas de la compañía de buses por no mandar otro de inmediato, o algo después, para recogernos, puesto que llegamos un cuarto de hora escaso antes que el autobús que partía desde mi ciudad dos horas más tarde.
Aceleramos la parte de abrazos, conversaciones, etc hasta situarnos al viernes a la hora de comer.
A esa hora había quedado con la Reina de Hielo (intentaré evitar esa referencia mental al capítulo de Historia de Amor, del inigualable Cálico Electrónico).
Fuimos a Somosaguas, me presentó a sus amigos de la secta de los dadillos, ingerí alimentos, y pasé una tarde muy tranquila rondando los pasillos de la facultad, con mis pequeños problemas de espalda (maldito sea este cuerpo humano, que en ocasiones falla. Me da que al final tendré que hacer caso a esos matasanos humanos e intentar fortalecerlo con ejercicio, puesto que mis artes místicas parece que en lugar de fortalecerlo, lo empeoran).
Al grano... tuve que interpretar mi papel de humano que interpreta ser un vampiro de la Camarilla que a su vez interpreta un papel al estar infiltrado dentro del Sabbat. Algo así como los planes dentro de los planes de los planes. Conseguí mi objetivo, enterarme de los planes de los Gangrel del Sabbat, y por pura casualidad... establecí vínculos con un Baali que intentaba vincular por medio de rituales a un grupo de sanguijuelas. Sublime. Afortunadamente, nadie descubrió ninguna de las tapaderas, y en cuanto me despedí de ellos, aún nadie había descubierto mi sublime interpretación de humano.
Lástima no haber estado más rato con Hellen, ni con Mery. Maldita sea mi columna vertebral, y esa dichosa huelga de autobuses, que nos hizo separarnos antes de tiempo.
Y lo dejo aquí, que tengo trabajillo que hacer.
3 comentarios:
ya te iba a regañar por no actualizar, pero ha valido la pena la espera. Yo pamién me cago en los hados por no haber podido pasar más tiempo contigo, pero eso se soluciona con más visitas!(prometo devolverlas).
un besazo
Fue genial verte!!! La próxima vez tendremos más conversación y piruletas de cereza!!
guau guau!
Eso espero...
Me imagino que la próxima vez que aparezca por esas tierras, no habrá huelga de autobuses, y yo estaré algo más en forma y aguantaré una tarde entera de pie sin acabar con las lumbares hechas polvo (que este cuerpo aún no tiene ni medio siglo, coñe)
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