martes, enero 31, 2006

El día que te conocí

Hace ya tiempo que te conocí, y aún lo recuerdo como si fuera ayer.

Tú, tranquila, sentada en un rincón, con ese color azul que tan bien te queda, y que me hizo fijarme en ti nada más verte.

Fue un flechazo a primera vista, lo reconozco, pero tuve miedo. Aún no te conocía, y no sabía ni qué decir, porque el temor a que no hubiera nada que comentar, que fuera todo tan frío y artificial que me hiciera alejarme y volver a dejarte en tu rincón, esperando a alguien que sí mereciera la pena, mientras yo me refugiaba entre las sombras, me ahogaba.

Sin embargo, me decidí. Un conocido común fue quien nos presentó. Supo de mis dudas, pero me dio pie a intentarlo. Total, no tenía nada que perder.

Y así ocurrió todo. Se acercó donde ti, alargó su mano, te cogió y te trajo donde mí.

Fue maravilloso. Posar mis ojos, clavar mi mirada, mientras tú me la devolvías serenamente, sabiendo de sobra qué iba a ocurrir... y completamente preparada para ello.

Pasado ese momento, sin saber yo qué hacer, te abriste para mí. Y en ese mágico instante... todo quedó claro.

No sé qué me robó el alma, si tu nívea pureza, o esa predisposición a escucharme, supe que podría confiar en ti hasta el fin, que estarías siempre dispuesta a atenderme, a que yo te contara mis problemas sin pedir nada a cambio, salvo una sonrisa cuando todo se solucionara, a estar siempre a mi lado...

Siento que lo nuestro puede funcionar, que de aquí a mucho tiempo seguiremos juntos, el uno al lado del otro.

Mas, a pesar de todo, sigo teniendo miedo a perderte, a que alguien te encuentre y te aleje de mí para siempre. Serán tonterías infundadas, pero también me angustia pensar que te olvides de mí, y de nuestras vivencias juntos.

Es en esos momentos cuando te miro, con cierta inseguridad, y ahí estás, al alcance de mi mano, devolviéndome la mirada con ese azul intenso tan tuyo, como el primer día. Alargo mi brazo, y siento entre mis dedos tu blanca suavidad, hermosa, perfecta, disipando todas mis dudas y temores.

Sabes que, aunque me cueste demostrártelo, te adoro, te quiero, por ser tú, porque me soportas cada día que pasa, porque sigues ahí, a pesar de todo, aun cuando yo me encierro un poco en mis pensamientos y no te cuento las cosas.

Te quiero, mi pequeña libreta.

Te quiero.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

pues el sabado no te vi apuntar nada en la libreta.. muy mal XD

a la libreta tb le das esos achuchones? jejeje ;)

un besillo

Anónimo dijo...

Que afortunada esa libreta.

Anónimo dijo...

Cuanto más lo leo más me gusta... Ánimo y a seguir escribiendo aunque sea de ciento en viento :)